La obsesión por el cuidado del cuerpo

                                                                    
Cartel de prevención de la anorexia


















España es un país de contrastes geográficos, lingüísticos, culturales, folclóricos, gastronómicos y, por su todo eso fuera poco, también lo es en el cambio de mentalidad que se ha producido, en los últimos años, en los que las modas imperantes en los EE.UU., desde hace décadas, se han introducido en España, provocando un notable y evidente cambio en la concepción tradicional de la nutrición en los españoles, en una gran mayoría, abandonando hábitos tan saludables como es el de la rica y sana dieta mediterránea  a favor de las dietas de moda, en cada momento, tan poco saludables y de efectos nocivos en la mayoría de los casos.

Y afirmo que es un país de contrastes porque hemos pasado, a lo largo de las dos o tres generaciones últimas, de comer la llamada comida casera, rica en nutrientes y sabrosa, abundante en hidratos, grasas, proteínas y fibra vegetal –no hay que olvidar que España ha sido siempre una país agrícola con abundante productos hortícolas-, a las dietas hipocalóricas, bajas en grasas pero plagadas de conservantes, acidulantes, espesantes, etc.., todos ellos productos químicos que dan buen aspecto y sabor, pero son poco saludables en una dieta continuada, cuando no nocivos para la salud. Y sin contar con la comida basura: pizas, hamburguesas, perritos calientes, bollería industrial, etc., que es también una plaga que provoca, paradójicamente, obesidad infantil, porque los niños son los más aficionados a este tipo de alimentación, también venida de Estados Unidos en su mayoría.

Imagen de la bulimia
Sin embargo, es en la población adulta –aunque ya suele comenzar en la difícil etapa de la adolescencia-, en la que se detecta la obsesión por la delgadez, por no aumentar ni un gramo el peso que se considera adecuado –aunque esto no sea sinónimo de belleza, sino muchas veces, de todo lo contrario-, en la que muchos españoles, sobre todo españolas, se pasen la vida tratando de perder kilos o no ganarlos, haciendo dietas draconianas que se llevan por delante la salud, el equilibrio psicológico, la tersura de la piel y hasta las ganas de vivir, porque muchas de las susodichas dietas lo único que consiguen es el efecto rebote: perder unos kilos pronto  para recobrarlos rápidamente con otros añadidos y con la consiguiente pérdida de salud.
 
Un ejemplo de vigorexia
Esta obsesión por las dietas está ocasionando trastornos alimentarios de terribles consecuencias como la anorexia nerviosa, por la que los enfermos que la padecen dejan de comer o sólo lo hacen en cantidades insuficientes o mínimas –antes sólo eran mujeres las que la padecían, pero ahora los hombres están sufriendo también esta terrible plaga, aunque se les hace menor caso por prejuicios atávicos-; la bulimia que es un trastorno por el que los pacientes comen compulsivamente y después se provocan el vómito, además de tener ciclos de bulimia y anorexia sucesivamente; y, por último la vigorexia que es la obsesión por aumentar el volumen del cuerpo pero, sobre todo, la masa muscular, para lo que usan una dieta especial rica en carbohidratos y proteínas, ejercicios físicos encaminados a aumentar la musculatura de determinadas partes del cuerpo, anabolizantes esteroideos, complejos vitamínicos especiales y un largo etcétera.

Practicante de jogging
Además, personas que nunca han estado interesadas por el deporte, comienzan a asistir a gimnasios, o a realizar prácticas deportivas como el footing, jogging, fitness, etc., sin los correspondientes controles médicos previos, en aras de conseguir la pérdida de peso rápida y segura, aunque lo único que tienen seguro es que perderán otras muchas cosas, empezando por la salud y terminando por el tiempo y el dinero. Estas prácticas que pueden ser buenas y recomendables, no se hacen por estos forofos de la lucha por “ni un kilo de más”, por el deseo de mantener la salud y un buen tono general, sino por el único motivo de luchar contra los michelines, la flacidez y la celulitis  que son los principales enemigos de estos nuevos narcisistas que se olvidan de la salud y, por ello, no dudan en ponerla en peligro con prácticas deportivas no adecuadas a muchas personas, además de las lesiones y enfermedades sobrevenidas por las mismas en quienes obvian la visita al médico antes de lanzarse a la lucha contra el enemigo aparente que son los kilos de más, aunque estén en un peso adecuado, cuando, en realidad, luchan contra los propios fantasmas interiores, contra su falta de aceptación de sí mismo que, al no reconocer, proyectan en su propio cuerpo al que machacan en busca de una perfección física que ni pueden alcanzar ni es tampoco el motivo de su desazón y falta de aceptación de su propia persona.

Intervención de cirugía estética
España se ha convertido ,también, en uno de los países con mayor número de operaciones estéticas y el primero en Europa con 450.000 intervenciones quirúrgicas al año con tal fin y un coste de ochocientos millones de euros. Nuestro país ocupa el  quinto lugar en el número de  intervenciones quirúrgicas estéticas después de EE:UU., Brasil y Argentina, pero cuya lista la encabeza, de forma sorprendente, El Líbano, número uno de este curioso ránking por la diferencia de precios con los otros países en cabeza en cirugía estética, lo que convierte a dicho país en un “chollo” para los obsesionados con los milagros de la cirugía estética, aunque no puedan cambiar sus verdaderos complejos que enfocan erróneamente en su propio cuerpo. Hay quienes recurren a estas técnicas quirúrgicas queriendo detener el tiempo y aparentar veinte o treinta años menos, aunque lo único que consiguen es engrosar la cuenta corriente del cirujano y ser irreconocible para propios y extraños que no le ven más joven, sino más "raro" y, casi siempre, le ven un aspecto peor que antes de la operación, porque las arrugas, los surcos que dan los años son también parte de la personalidad, de la fisonomía de cada uno y, en suma, es la mejor expresión de un rostro que sabe envejecer con dignidad y con aceptación serena de la propia realidad, de los años vividos, pues ése es el mejor logro.


Además, hay otras prácticas estéticas, no tan traumáticas como  las intervenciones quirúrgicas, que son también muy demandadas: inyecciones de bótox (toxina botulímica) para disminuir las arrugas y surcos faciales, relleno de silicona en labios, injertos de pelo y un largo etcétera de tratamientos cosméticos que, en muchas ocasiones, no proporcionan nada más que una expresión hierática e impersonal como la de una máscara; o deforman la boca a la que quería aumentar su belleza sensual, dándole un aspecto risible y otras muchas  consecuencias que no son las buscadas por quienes pagan altos precios en busca de una supuesta perfección que sólo está en su imaginación y en sus propios complejos no resueltos.

Todos esta obsesión por el cuerpo y su perfección –lo que es imposible conseguir porque todo humano es imperfecto y, si la persona es poco agraciada de nacimiento, la cirugía no puede darle la belleza de la que carece, porque en esto la Naturaleza da “la materia prima” que se podrá moldear hasta unos límites, pero sólo hasta ahí-, parece que se debe a un trastorno llamado “dismorfia corporal” acuñado por el médico italiano Morselli, en 1886. Freud había descrito en su literatura científica el caso del "Wolf-man”, (hombre lobo) una persona que  estaba obsesionado con su nariz, porque la veía horriblemente fea, demasiado prominente y llena de cicatrices, olvidando que tenía un extraordinario exceso de vello en cara y cuerpo. 

Se apunta que el 1% de la población mundial sufre este trastorno (nada menos que 70 millones de personas) llamado distrofia corporal que el que produce todos las conductas antes mencionadas y cuyas características se resumen así:
  • Piensan y se preocupan varias horas al día en el defecto corporal que creen tener.
  • Se miran en el espejo continuamente y, como en el caso de la anorexia, bulimia y vigorexia, éste les devuelve una imagen distorsionada de la realidad.
  • Las partes del cuerpo que son preferentemente objeto de obsesión, de mayor a menor grado: piel, pelo, nariz, ojos, orejas, piernas, rodillas, pecho, genitales o la creencia de que su cara es asimétrica.
  • Este trastorno suele aparecer en la adolescencia,  por lo que les lleva continuamente  a interrogar a amigos y familiares sobre su aspecto.
  • Muchos de ellos  optan por la cirugía estética para zanjar su "manía". Pero la dismorfia corporal es un trastorno mental, no físico y, a pesar de todas las operaciones y demás recursos que utilicen no consiguen mejorar porque el problema está en la psique de la persona y no en su cuerpo al que lo desplazan.
Es evidente que quienes padecen esta patología nunca dejaran de buscar ese físico soñado con dietas, que abandonan rápidamente cuando no les da los resultados apetecidos para comenzar otra a continuación; sesiones agotadoras de gimnasio, intervenciones quirúrgicas continuadas y demás medios para huir de la propia angustia, de la ansiedad que les produce la no aceptación de quiénes son, cómo son y la búsqueda obsesiva de la autoestima por caminos equivocados. Es su mente la que tienen que cambiar y para ello no hay dietas, ni ejercicios, ni operaciones que valgan, sino la sana aceptación de que el problema se ha de resolver con otros medios como son la psicoterapia, el crecimiento interior, el trabajo en el fortalecimiento de la propia autoestima y la aceptación de que físico y mente están unidos y si falla ésta última, jamás se aceptará lo externo, el envoltorio que es el propio cuerpo, en el que se depositan todas las frustraciones, los complejos, las insatisfacciones que tienen otro origen y otra naturaleza.

Naturalmente, esto no significa que no se apoye el ejercicio moderado y apropiada a cada edad y circunstancia, lo que siempre es sano y recomendable; así como las dietas equilibradas y el cuidado de la propia imagen, entre los que priman la higiene y la estética, pero sin obsesiones, ni cultos enfermizo a tales cuestiones, porque donde hay obsesión hay enfermedad y, por lo tanto, es lo contrario al  interés que debe ser prioritario en todas las actividades humanas para alcanzar el mayor grado de bienestar  físico y mental que es la propia salud.


Lo extraño, aunque no por ello poco habitual, es que quienes intentan alcanzar la perfección ideal de su cuerpo -o mantenerla si creen que ya la poseen-, se olvidan, sin embargo, de cuidar su mente, en igual o mayor proporción, con una actividad intelectual constante, manteniendo despierta la curiosidad para aprender y obtener nuevos conocimientos y, en suma, para cuidar lo más importante del ser humano que es el cerebro, órgano esencial que regula todas las demás funciones, y entre ellas las funciones mentales superiores que son, en definitiva, las que nos permiten funcionar como seres racionales y pensantes y no como meros organismos vivos que sólo tienen que cumplir  funciones biológicas. La inteligencia es el mayor atractivo que puede tener una persona, porque cuando ésta es insuficiente no hay belleza que supla su ausencia ni cuerpo por perfecto que fuera que haga olvidar que su dueño/a es un/a imbécil.

En definitiva, quien no se gusta por dentro, jamás se aceptará por fuera. Sin embargo, nunca sucede al contrario porque, quien está satisfecho con su forma de ser y estar en el mundo, nunca tiene complejos físicos, porque la mente sana provoca siempre la aceptación gozosa de uno mismo y de las propias imperfecciones humanas que son inevitables e, incluso, son la expresión de la propia personalidad, de la natural idiosincrasia. No hay mejor  secreto de belleza que una actitud positiva, optimista y equilibrada, lo que se refleja en el cuerpo y en la cara, porque ellos son los que manifiestan el estado psicológico y emocional de cualquier persona.que se cuida tanto por fuera como por dentro, se acepta y se quiere sin complejos.

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