El final de las vacaciones y el síndrome postvacacional
Cuando finalizan las vacaciones, sobre todo si se ha
podido viajar a la playa, montaña o, en el caso de los más afortunados, al
extranjero, y el consiguiente retorno a la cotidianidad se traduce para muchos
en un síndrome postvacacional que, como tal, viene acompañado de taquicardia,
nerviosismo, dolor muscular, problemas estomacales, y otras molestias difusas
pero no por eso menos reales y penosas. No hay que alarmarse por ello pensando
que se sufre una dolencia grave de la que son síntomas las molestias antes
señaladas, sino que es la respuesta del cuerpo a una vuelta a la cotidianidad
que viene siempre acompañada por una vuelta al trabajo, a los estudios, a las
obligaciones cotidianas e ineludibles, que provoca estas reacciones somáticas
que son como una voz de alarma de que no se acepta ese regreso tan temido a la
dura y siempre poco agradable vida cotidiana y sus muchas servidumbres.
Este síndrome o conjunta de síntomas, lo que es lo mismo,
está siendo calificado por los psicólogos y psiquiatras como una posible
enfermedad causada por el final de las vacaciones y el regreso a la vida normal
tan poco apetecible y, en muchos casos, absolutamente aborrecible para quienes
se niegan a aceptar que lo bueno, las vacaciones, ha terminado. Se plantea por
ello si es posible evitar que este regreso traumático se produzca y poder así
paliar tan nefastas consecuencias.
Según los especialistas la causa real de este síndrome
postvacacional es la percepción del trabajo como una estimulación negativa.
Ello provoca el aumento de los niveles de ansiedad, falta de atención, desgana,
apatía, modificación de los períodos de vigilia-sueño, tristeza, irritabilidad
y deseos de cambiar de trabajo. Y como todo síndrome se manifiesta de manera
física (cansancio, molestias estomacales, fatiga, taquicardia, insomnio,
dolores musculares, falta de apetito y disminución de la capacidad de
concentración, sensación de ahogo o falta de aire, etc.,; así como también como en factores psíquicos: tristeza, falta de
interés, irritabilidad, nerviosismo, inquietud, indiferencia, apatía y desgana.
Toda esta sintomatología son semejantes a la que presenta la depresión de
carácter clínico, especialmente en episodios de tristeza muy acusados.
Además, este síndrome postvacacional puede ser aún mayor
en función de las actividades de ocio que se hayan llevado a cabo durante las
vacaciones. Es decir, si se han realizado actividades de ocio activo, lo que
conlleva la práctica de deportes, visitas culturales o excursiones o contacto
con la Naturaleza de forma activa, el final de las vacaciones y la vuelta a la
vida normal puede ser menos traumática que si se ha practicado un ocio pasivo,
lo que conlleva que una semana antes del regreso se tiene que adaptar el cuerpo
a un nuevo ritmo en los ciclos de comida y sueño y retomar de nuevo la
actividad intelectual que se ha abandonado en las vacaciones de tipo
"pasivo".
Según
los especialistas (Psicólogos Especialistas de Madrid) la duración de esta
forma de depresión postvacacional puede variar entre una y dos semanas, tiempo
que depende según el tipo de trabajo, es decir, si se tienen horarios
cambiantes, nocturnos y provoca un gran estrés, factores estos que
determinarían una mayor duración del síndrome postvacacional. Si la duración
fuera superior a dos semanas, sería señal inequívoca de que habrían una
patología de base, lo que requeriría consulta médica.
Los estudios sobre esta nueva patología surgida en la
sociedad industrial, son escasos, ya que la Sociedad Española de Psiquiatría
considera que esta forma de depresión no tiene una entidad diagnóstica y no
está reconocida como una enfermedad, por lo que se dificulta establecer datos
de su incidencia fiables, ya que este síndrome está formado por un conjunto de
reacciones sin entidad clínica, aunque esto no niega su existencia.
Parece ser, según los especialistas, que la tasa de
incidencia de este síndrome ronda el 35%, aunque algunos psiquiatras lo
consideran un dato muy exagerado, ya que lo consideran más como una actitud de
desgana que como un síndrome psiquiátrico como tal. La empresa de trabajo
temporal Randstad ha realizado unas encuestas al respecto y los resultado que
arroja son muy altos, pues el 56% de los trabajadores admite padecer dicho
síndrome al regreso al trabajo después de las vacaciones. Incluso, afirma que
el perfil típico corresponde a una mujer, no inmigrante, de entre 30 y 44 años
y con estudios universitarios, añadiendo que suelen ser personas que trabajan
de cara al público y tienen una situación negativa en el trabajo o sufren una
patología previa que se ve incrementada después de las vacaciones. Por ello,
cualquier trabajador que sienta aversión hacia su puesto de trabajo y su medio
laboral puede sufrir dicho síndrome en su forma más moderada. Sin embargo, quienes
lo sufren de forma más intensa y prolongada suelen sufrir patologías depresivas
previas que se ven aumentadas al terminar las vacaciones y el consiguiente
regreso al trabajo.
Sin embargo, los más jóvenes, es decir, niños y
adolescentes, suelen tener un mayor entusiasmo y viven con mayor normalidad e
incluso alegría la vuelta a los estudios y al colegio, en contra de lo que les
sucedes a los trabajadores adultos que precisan una alta cualificación y tienen una mayor
exigencia de trabajo o nivel de responsabilidad.
En una sociedad como la española, en la que ha
desparecido prácticamente el concepto de "veraneo", que era cuando
las familias se trasladaban, en los meses de vacaciones escolares, a la playa o la montaña, especialmente la madre y los hijos, y el padre de familia estaba
con ellos sólo el mes de vacaciones preceptivo, si el lugar de veraneo estaba
lejos del lugar de residencia y trabajo. En la actualidad, las vacaciones se
han reducido a una semana o, como mucho, a quince días para los más
afortunados, por lo que habría que preguntarse si no cabría cambiar la
mentalidad en cuanto se refiere a cómo se ven las vacaciones, quitándoles ese
cariz de "maravillismo", y al trabajo o los estudios también dejar de
verlos como algo horrible, y no como lo que verdaderamente son: etapas
diferentes de un año natural, en el que se suceden las estaciones y cambia el
ciclo no sólo de la Naturaleza, sino de la propia actividad humana.
Para ello, aconsejan los expertos que se organicen, en
los primeros días del regreso de las vacaciones, las actividades y se dé
prioridad a las actividades más urgentes y necesarias. Además, aconsejan que no
se le debe dar importancia a ese malestar general, o síndrome postvacacional,
aceptándolo como algo natural debido al cambio de vida y de actividad, tratando
de hacer compatible el regreso al trabajo o los estudios con alguna actividad de
ocio que ayudará psicológicamente a retomar el ritmo normal de la vida
cotidiana. Para ello, es muy conveniente tener un hobby que se pueda desarrollar
habitualmente y sea compatible con las obligaciones laborales o estudiantiles.
Tampoco se debe alargar excesivamente las vacaciones,
regresando dos o tres días antes de la vuelta al trabajo o a los estudios, lo
que permitirá un cierto tiempo de ajuste al cambio, y facilitará organizarse
bien en cuanto a las actividades, planificándolo todo con tranquilidad y sin
agobios, pero siempre desde un talante positivo y sin victimización que a nada
ayuda y sí entorpece el regreso a la obligaciones ineludibles.
Es decir, el ánimo positivo ante los nuevos retos que
representa el regreso a la vida cotidiana, la planificación de las actividades,
el tomarse un poco de tiempo antes de regresar al trabajo o estudios, y hacer
un hueco cada día al hobby que cada uno prefiera, son los consejos que los
especialistas en la conducta humana pueden darnos a todos, y que el sentido
común también lo hace, para volver de las vacaciones con las pilas recargadas,
el ánimo tranquilo y positivo porque, si se ha acabado una etapa de vacaciones,
empieza otra no menos interesante en la que poder conseguir nuevos retos y
seguir creciendo como individuos que es, al fin y al cabo, el mayor de los
retos que tiene cada ser humano.